Obsesionario en Gris Mayor

¿A cuántas batallas?

lunes, 17 de agosto de 2015

Me quedo con tu voz

Tenía tiempo sin escribir, y no porque no tenía nada que contar, siempre hay algo por decir, y es que todo lo que digo tiene un destino reservado, y bien que ese destino escucha las cosas que tengo que decir, incluso hasta las altas horas de la madrugada. Y es que cada canción por fin llegó a tener sentido cuando supe de quién hablaban, cuando supe que hablaban de ella.
Pero bueno, no escribía hace mucho porque creía que no era necesario, ya la que debía de saber lo que mi corazón gritaba estaba enterada de todos mis latidos. Sin embargo, estaba equivocado, siempre es necesario, porque escribir es dejar, por siempre, un te amo por si acaso. Por si alguna vez hay dudas, por si alguna vez ya no hay ganas, por si alguna vez hay olvido. 
Un te amo para hacer recordar que las horas del día son pocas para pensarla.
Mi vida podría dividirse en etapas, y también en una serie de decisiones y arrepentimientos subsiguientes, y es que conocerla fue hacer un alto al fuego en esto de la toma de decisiones, y detenerme a observar el terreno. Fue pensar por un instante y dejar de hacerlo, fue verla y entender y dudarlo todo. Porque ella cambió mis mil maneras de ver al mundo, en una sola unificada. Porque ella hizo que todo el radicalismo que poseía, tambalee ante una sonrisa suya. Porque fue conocerla y ver.
Cuando la conocí supe que lo único que quería era darle todo el tiempo que tenía, porque era lo único que poseía.
Cuando la conocí supe que había realidades que se me escapaban, pero que aún había tiempo para alcanzarlas.
Cuando la conocí supe que dejaba de tener opciones, que si hablaba de elegir, ya lo había hecho, porque decidí mirarla. Y mirarla implicaba jamás dejar de hacerlo.
Cuando la conocí supe que el pasado también era un puente, al cual siempre podemos cruzar, pero bien que decidimos estar de este lado, en un presente.
Cuando la conocí supe que si de sueños hablábamos era tenía la casa tomada.
Cuando la conocí supe que el resto de mi vida estaría rodeada de canciones de Cerati, y en realidad hasta suena bien.
Cuando la conocí supe que la vida no consiste en buscar la felicidad, porque ya no hacía falta, porque ya la había encontrado.
Cuando la conocí supe que la vida consiste en crear puentes. Hasta llegar a ella, o hasta tenerla aquí.
Y eso es lo que hice, porque para poder verla no podía desordenar átomos suyos (aunque bien que ella sí hacía eso conmigo) para hacerla aparecer.
Y eso es lo que hicimos, construimos uno, en el que se tarda en llegar, pero que al final, siempre hay recompensa.
Porque amar, no sólo implica que los corazones estén en la misma sintonía.
Porque amar, también significa cruzar puentes.
Significa también, coincidir en canciones, o en abrazos, que al final resultan siendo lo mismo. Y no, no es necesario tener los mismos gustos musicales para que ello suceda, no es necesario saberse todas la Antología de los Beatles para ello, es necesario tan sólo una canción para poder habitarla juntos siempre.
Cada cierto tiempo (para no decir todo el tiempo, hay que conservar un poco de dignidad (?)) me pongo a leerla. Y leerla es saberme feliz, no por las palabras dirigidas, sino porque es saber que ella está, que ella existe. 
Ya hace rato que Benedetti alguno vez dijo algo parecido, y es que de tantas cosas que pedía, me quedo con una: que te mires al mirarme (y sí, me dirijo a vos a partir de ahora, a ti, en su defecto). Que al verme, te veas aunque sea un poco. Y no, no te digo reflejada en mis ojos (bien sabés que nunca salís de allí), sino al todo.
Seguramente estarás aburrida de que todo lo relacione con don Mario, pero sabés muy bien, como yo, que cuando vine para quedarme a tu lado, él vino conmigo. Así como sé que nunca podré separarte a ti de Cortázar, y es que está bien, un poco de locura (mucha, mucha locura) no le hace nada mal a mi vida.
Llevo un buen rato escribiendo y siento que me falta mucho por decir, siempre amé tu capacidad para decir las cosas en el momento preciso y con la cantidad justa de palabras, siempre amé como cargabas de realidad lo que me decías (siempre dejando un lugar para la fantasía), siempre amé tus palabras, porque son tuyas, porque son nuestras.
Creo, sin embargo, que lo más importante ya lo dije. Creo que por ser la primera vez que escribo después de mucho tiempo, guarda lo esencial.
Me falta aún decir, que te amo, pero eso ya lo sabés.
Pero quiero decirlo igual, te amo. Y es por siempre.
Pido perdón, por si el vos y el tú se fusionan en lo que digo, te culpo a vos.
Te amo a vos.

★ EscuchandoLightning Tent 

martes, 20 de enero de 2015

Ella

Ya son cinco años que comencé a escribir, y ya no me acuerdo por qué, retrocedo en el tiempo y me doy cuenta que lo que pensaba, que lo que creía, que lo que esperaba de la vida es muy diferente a lo que es hoy mi presente. Y es que son cinco años de todo un mundo, son cinco años de distintas razones y de diferentes motivos, son cinco años de muchos silencios y también de varios suspiros, son cinco años de un sin fin de palabras y de un par de canciones.
Hubiera sido preferible haber escrito una entrada explicando el alejamiento, pero para qué también, como si alguien se la pasara revisando si he escrito algo nuevo; o al menos hubiera puesto una imagen o cartel diciendo que me iba por un tiempo, que volvía pronto o cerrado, qué sé yo.
Y es que ya no tenía intención de escribir, ya la persona quien es destinatario de todos mis escritos sabe que todo lo que tengo que decir lo digo a ella, sin pensar mucho en las palabras porque con ella a veces no me salen las correctas, tal vez por la cantidad excesiva de latidos que me produce, los nervios quizás. Entonces, no hacía más falta escribir, al menos no hasta que la viera.
Pues, entonces, a partir de aquí escribo lo que en verdad quería escribir, olvidando los prólogos e introducciones por un momento, ahí va.
Cortázar podría decir que hay lunas y lunas, así como que existen historias e historias, por contar, por decir, por explicar. O tal vez decir que se haya convencido de algo o de que es irreductible con respecto a alguna cosa. Y nosotros no somos muy diferentes, las personas digo, somos calcados pero con diferencias notables, y es que tenemos, cada uno de nosotros, una historia por contar y algo de que estamos completamente seguros.
La vi.
La vi y me di cuenta que era la primera vez que veía en serio, capaz y con los ojos cerrados, capaz con el corazón.
La vi y descubrí que no era tan fuerte como creía, no aguanté ni dos segundos para poder sentir sus abrazos.
La vi y conocí un poco más sobre mi corazón, comprendí que ya le pertenecía, que latía a su ritmo, que bailaba a su compás.
La vi y aprendí lo que es la música, aprendí la melodía de su risa, aprendí el tono de su voz.
La vi y entendí cuál sería la sonrisa de todas mis causas.
La vi y supe que es a ella quien querría ver por el resto de mi vida.
La vi y fueron diez días en los que la felicidad fue siempre una constante, jamás una variable, fueron diez días que resultaron una eternidad de sentimientos y formas amor, fueron diez días que duraron segundos.
De entre tantas realidades me quedo con cualquiera en que se encuentre ella, ya sea por cálculo o por amor, ya sea por viajes en el tiempo en una caja azul, o por tan sólo cartas de amor.
Encontramos el amor donde menos lo esperamos, sea en un bus, sea en un acontecimiento o en una página de Harry Potter, y hay amores como el nuestro, la de ella y yo, que andaban seguros de su encuentro, capaz y sin buscarse, quién sabe, capaz y sin destino, pero no dudaban de que llegarían a estar juntos.
Escribí esto porque quería recordar los cinco años que pasaron.
Escribí esto porque quería recordar los diez días que pasaron.
Escribí esto porque quería recordarle que la amo.

P.D.1: sepa disculparme, hoy no hay acrónimos.
P.D.2: me gustaría que siga siendo como es, y citando de nuevo a Julio (porque esta entradas es para vos), brusca, complicada, irónica, entusiasta, y que un día yo pueda prestarle otro pulóver (o suéter o campera o chaqueta, como quiera usted llamarle).


★ Escuchando: The moon song